sábado, 1 de marzo de 2008

amar y odiar a la humadidad. pt1

La noche parecía ser tan feliz, estaba compartiendo con mis nuevos amigos, y el clima se mostraba favorable; sin embargo algo en mi pecho se sentía opresivo, había una sombra sobre mi corazón. A pesar que todo era como de costumbre, sabía que algo malo iba a pasar.

Esa fue tal vez la razón por la cual tomé la botella, y empecé a beber de ella sin importarme lo que tuviera; me importaba el no sentir el momento en que sucediera lo que temía iba a pasar.

Yo era siempre el que evaluaba a los posibles nuevos miembros del aquelarre que habíamos formado, yo era quien debía estar en el sitio y no ella; pero como tenía este compromiso fuera de la ciudad ella se encargó de evaluar a una persona que solicitaba su ingreso. Mi hermana de sangre escogida nunca se negaba a hacer anda de lo que me ayudara, pues sabia que yo tampoco le iba a negar nada de lo que me pidiera; y con nada era nada, incluso nuestras lamas estaban compartidas.

Fue cerca de las dos de la mañana cuando caí en cuenta que el alcohol nada podría hacer contra el golpe que me venía, que nada de este mundo me iba a poder preparar para lo que iba a suceder. La única que iba a entender mi dolor era nuestra hermana espiritual, Selene la luna de los condenados, y fue a ella a quien me fui a ver. Nadie de la reunión entendía mi razón para alejarme cual fantasma al desaparecer, nadie sabía que iba a pedirle a la luna me ayudara a aguantar el momento en que todo lo que amaba moría.

Una vez que me logré alejar de la gente lo suficiente, imploré a la luna que me ayudara a tomar el sitio de mi hermana; le pedí no que me ayudara a soportar lo que venía sino a cambiar el destino de nuestra sociedad, cosa que jamás iba lograr se me concediera. Sólo acertó a darme algo de ánimos antes de escucharlo.

El viento que tantas veces me había traído las más felices de las noticias y el más hermoso de los sonidos, a risa de una musa al conversar con la naturaleza, ahora me trajo el mayor de los dolores; pude escuchar las últimas palabras de mi amada hermana, de la única mujer a quien pude amar de manera pura. El sonido de su melodiosa voz fue muy fuerte para mí, el saber que esas eran las últimas palabras que saldría de sus labios, y que me las dedicara a mí de todos los seres a quien pudo haber despedido.

Caí al piso de rodillas y empecé a llorar y a devolver a al tierra todo lo que había consumido en los últimos dos días; el dolor de mi alma no puede ser expresado en palabras, y reuniendo todas mis fuerzas recité el encantamiento de los espejos. A pesar del dolor que me esperaba debía ver como eran los últimos momentos de ella, y pude ver la imagen más macabra del mundo: una beldad siendo consumida por las llamas de la estupidez humana, y de la intolerancia.

Habían hecho una cacería de brujas, literalmente, y este era el final que se tuvo de tan vil acto. Pero lo más impresionante para mí fueron las palabras que ella me dedicaba: “ hermano, tú eres el único que me pudo tener en el matrimonio sagrado; ahora me toca pedirte que por los lazos que nos unen perdones a mis asesinos, ellos son sólo instrumentos de los enemigos que nos odian realmente pero no saben lo que hacen. Ellos son marionetas de la luz, y por eso te pido no cedas al instinto de venganza, pues la luz busca destruirnos al llevarte a cometer los pecados que ella promueve.”

No podía creer lo que sucedía. Mientras las llamas lamían su piel, ella me pedía les perdonara. Y ella sabía que nada le iba a negar si ella me lo pedía, así me costara el alma lo iba a hacer. Juré hacer lo que me pedía, además de que confiaba en la justicia del hombre; que equivocado estaba entonces.

Iba a despedirme de ella… pero en ese momento llegó el anfitrión a preguntarme si estaba bien, y se cortó la conexión; ella ya no pertenecía a este mundo.

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